No quería ir.
La semana pasada, mi esposa Abby me dijo que nuestra familia iba a pasar el fin de semana de Shabat con 50 familias desplazadas por la guerra en un albergue juvenil.
No creía que quisieran que unos extraños se entrometieran en sus alborotadas vidas, y no sólo eso, sino que el Shabat es el único día en que nuestra familia se reúne para pasar un rato entrañable. Y entre tú y yo, ¡aún estoy un poco marcada por la última vez que dormí en un albergue juvenil hace veinticinco años (pero ésa es otra historia)! Intenté inventarme excusas, pero Abby no las aceptó. Así que hice las maletas y nos subimos al coche el pasado viernes por la tarde.
Desde el 7 de octubre, más de 250.000 israelíes han sido desplazados de sus hogares. Decenas de comunidades enteras se han visto obligadas a huir de los misiles de Hamás en el Sur y de la amenaza de una invasión de Hezbolá en el Norte. Hoteles, moteles y albergues se han transformado en alojamientos de larga estancia donde familias, pequeñas y grandes, han estado viviendo durante los últimos 100 días.
Como el personal de Israel365 se ha visto desbordado por las abrumadoras exigencias de nuestras iniciativas ampliadas en tiempo de guerra, mi esposa Abby intervino para ayudar en nuestras actividades benéficas. Israel365 se dio cuenta de que no podíamos ayudar a todos los afectados por la guerra que necesitaban ayuda, así que decidimos centrar nuestras energías en la comunidad de Sderot.
Sderot es una hermosa ciudad de Israel situada a sólo un kilómetro de la frontera con Gaza y que lleva años sufriendo los ataques con cohetes de Hamás. La ciudad del sur se ha hecho conocida por sus omnipresentes refugios antiaéreos, ya que cuando suena una sirena en Sderot, los residentes sólo tienen 7 segundos para correr al refugio más cercano.
Sin embargo, a pesar de los alarmantes riesgos de seguridad, ¡hay lista de espera para comprar una casa en Sderot!
Las parejas jóvenes eligen activamente construir sus casas en Sderot como un mensaje alto y orgulloso a nuestros enemigos de que no nos intimidarán. Como resultado, los judíos que se trasladan a Sderot son todos héroes increíbles que anteponen su país y que han creado una comunidad increíble de fuerza y resistencia.
Cada semana, Abby organizaba todo tipo de programas para ayudar a las familias desplazadas de Sderot, cuyas necesidades eran muy variadas y abrumadoras. Antes de que se crearan escuelas para todos los niños, Abby y nuestras hijas organizaron carnavales para entretener a los niños. Cuando se enteró de que, al cabo de un mes, las familias seguían viviendo con sus maletas, Abby les compró pequeños armarios. Y cuando Abby se dio cuenta de que las madres de Sderot no habían tenido tiempo para sí mismas, organizó un poco de descanso y relajación para que las mujeres pudieran recargar las pilas y cuidar mejor de sus familias.
Al pasar tanto tiempo con estos asombrosos pioneros, Abby se enteró de que los 35.000 habitantes de Sderot estaban repartidos por todo el país de forma desordenada. Aunque se cubrían sus necesidades físicas, muchos ansiaban algo igual de importante: comunidad. No habían visto a sus amigos y vecinos más cercanos desde que abandonaron sus hogares a toda prisa el 8 de octubre y los habitantes de Sderot sólo querían estar juntos para procesar su dolor y su trauma.
Por ello, ayudamos a los residentes de Sderot a organizar un retiro terapéutico en el que amigos y familias pudieran pasar juntos el Shabat por primera vez desde el 7 de octubre. Las propias familias organizaron todos los aspectos del fin de semana con gran atención a cada detalle. Crearon programas innovadores para niños y adolescentes, y talleres para madres y padres que anhelaban estar juntos.
En ningún momento del fin de semana hubo lágrimas ni signos de tristeza. El ambiente que reinaba era de profunda gratitud por estar vivos y de alegría por estar juntos.
Uno de los momentos más conmovedores del Shabat fue en la cena del viernes por la noche, cuando empezaron a cantar las canciones tradicionales del Shabat. Poco a poco, los cantos fueron subiendo de volumen hasta que el rabino de la comunidad se levantó de su asiento y empezó a bailar. Al final, todos empezaron a bailar alrededor del comedor. De repente, las canciones del Shabat se convirtieron en canciones de Simjat Torá. Sin mediar palabra, el Shabat se convirtió espontáneamente en Simjat Torá y las familias de Sderot reanudaron el baile de la fiesta trágicamente truncada.
Lo que había temido que fuera incómodo resultó ser el Shabat más inspirador de mi vida. Durante 25 horas, la fuerza única y eterna del pueblo judío estuvo en plena exhibición mientras los hombres, mujeres y niños más valientes de Israel enviaban inspiración al pueblo judío y al mundo entero.
Mientras empezamos a prepararnos para otro Shabat en nuestra casa de Beit Shemesh, Abby y yo aún podemos oír a las familias de Sderot cantando a pleno pulmón: «Am Yisrael Chai», ¡la Nación de Israel vive!