«Y confesarán su iniquidad y la iniquidad de sus padres, por cuanto se rebelaron contra Mí, sí, me fueron hostiles (Levítico 26:40)»
La Biblia recoge relatos históricos que tuvieron lugar entre el Pueblo de Israel y las naciones. Cuando Moisés sacó a los judíos de Egipto, sabemos que salió con ellos una «multitud mixta» (eruv rav en hebreo). La culminación de sus viajes tuvo lugar en la entrega de la Torá (los Cinco Libros de Moisés) al pie del monte Sinaí (Éxodo 24), pero esta entrega no estaba destinada sólo a ellos, sino a ser utilizada como medio para ser luz de las naciones (Isaías 2 y Miqueas 4).
El día 17 del cuarto mes hebreo (Tamuz), sólo 40 días después de ascender al monte Sinaí, Moisés rompe las dos tablas que recibió de Hashem al presenciar la adoración del Becerro de Oro por parte de Israel. Esta infame traición a Hashem, ocurrida sólo unas semanas después de que los israelitas oyeran a Hashem proclamar: «Yo soy el Señor, tu Dios… no tendrás dioses ajenos delante de Mí» (Éxodo 20), es el desgraciado suceso inicial que acaeció a los antepasados de Israel y es el precursor del período de tres semanas de tristeza y luto en el que estamos entrando, que ha engendrado todas las regresiones y calamidades posteriores.
Declarar que cualquier objeto o fuerza es una representación de la Divinidad o depositar la propia confianza en cualquier cosa que no sea Dios es la definición misma de idolatría. A lo largo de la historia judía, los adoradores de ídolos han cometido múltiples atrocidades contra el pueblo de Israel. Al mismo tiempo, la Nación de Israel ha dedicado, durante miles de años, un periodo de tiempo cada año para presentarse ante Hashem y arrepentirse de los actos de idolatría que cometieron sus propios antepasados, principalmente el Becerro de Oro, así como de las formas en que han practicado idolatría de cualquier tipo en sus propias vidas.
Este año es nuestra oportunidad de sanar juntos y perseguir shalom (paz) para el mundo entero. ¿Te unirás a nosotros?